Hace mucho tiempo, las
hadas solo se relacionaban con hadas y los magos solo con magos, no se llevaban bien, pero llegó un
día en el que un hada se casó con un caballero y todo cambió. Esta es la
historia.
El hada Benilde era una
joven princesa que vivía en el Bosque encantado. Tenía una hermana que se había
marchado al mundo de los humanos para gobernar a las hadas de los niños, así
que ella era la heredera del trono de su madre y estaba muy bien preparada para
ello.
A Benilde le gustaba
mucho recorrer los bosques vecinos y conocer gente. Cada tarde, después de
estudiar, salía de excursión y en una de esas excursiones había encontrado un
huevo de dragón abandonado. Debido a que las hadas cuidan a todos los seres vivos,
Benilde decidió que debía cuidar ese huevo y su madre estuvo de acuerdo.
Cómo los dragones tienen
prohibido entrar en los bosques por peligro de incendio, le construyó un nido
en una montaña cercana, e iba a diario a ver como estaba. Vigilaba que estuviese
calentito, lo tapaba y hasta el día siguiente.
Una tarde, cuando fue a
ver cómo estaba, vio que se había roto por un lado. Benilde se preocupó, se
acercó a ver y…. ¡el dragoncito estaba a punto de nacer!
¡Qué alegría! ¿cómo sería?
¿sería guapo? ¿estaría sanito?... al cabo de unos minutos se rompió el cascarón
y salió la cabecita del dragón, del tamaño de una sandía y de un precioso color
verde. Abrió los ojitos, miró a Benilde y arrimó su cara a ella buscando
cariño. Ella le abrazó y como le gustaban mucho los nombres que riman (como a
todos los seres mágicos) decidió que se llamaría Ramón.
Se quedó con él toda la
tarde, le llevó comida y envió un mensaje de chiribitas para avisar a su madre
de que esa noche no volvería a casa, pues debía cuidar del dragón recién
nacido.
Cuando su madre recibió
el mensaje avisó a sus hadas de confianza y les pidió que fuesen a ayudar a su
hija e hicieran turnos para que todas pudiesen descansar.
Pasaron los días y Ramón
crecía rápidamente. Las hadas llamaron a un dragón amigo suyo para que fuese su
padrino y le enseñase a volar correctamente, a alimentarse y las normas
sociales de los dragones.
Poco a poco Ramón cogió
mucho cariño a su padrino, que le enseñó todo lo que debía saber para ser un
buen dragón. Cuando llegó la edad de que Ramón se independizara, al cumplir 3
años, su padrino se despidió porque debía ir a cuidar de su anciana madre.
Ramón sintió tristeza al
despedirse, pero se sentía preparado para cuidar de sí mismo, quería mucho al
hada Benilde y quería cuidar de ella. Al fin de al cabo los dragones son seres
a los que les gusta cuidar de otros aun siendo pequeños. Ramón aún no medía más
de 3 metros.
Se quedó a vivir en la
montaña donde había nacido y Benilde iba a diario a verle. Todos los días conversaban
y jugaban.
Una tarde, un caballero llamado
Valentón Osado llegó por el camino de la montaña. Llevaba una espada flamante y
un escudo muy hermoso, aunque vestía de manera informal.
Benilde y Ramón estaban
jugando al escondite y el dragón se subía a las copas de los árboles más
frondosos a esconderse.
El caballero oyó el
ruido de las alas de Ramón y dio un respingo: era un dragón sin duda, había que
ponerse en guardia. Se ocultó y esperó pacientemente a que el dragón se
acercara.
A Ramón le tocaba el
turno de buscar a Benilde y notó un olor que no había olido nunca. Aunque no
era el olor de siempre, tenía que ser ella que había hecho algún truco para
despistar. Se puso a caminar sigilosamente para que no le oyese llegar, con tan
mala suerte que se acercó al lugar donde estaba Valentón pensando que olía a
Benilde, y cuando estaba a pocos metros…. ¡ZAS! Saltó un caballero con una
espada, directo hacia él.
Ramón se asustó mucho y
se echó atrás cayendo al suelo. Del susto soltó una bocanada de fuego y
Valentón se lo tomó como un ataque, así que se preparó para darle un buen golpe
con su espada. Cuando la estaba levantando, un hada apareció de la nada y le lanzó
un rayo de chiribitas que le paralizó el brazo.
Valentón no se lo podía
creer. ¡Un hada defendiendo a un dragón! No se daba cuenta de lo peligroso que
era. Así que le dijo: “Aléjate de ese dragón, que es peligroso y déjame hacer
mi trabajo”.
Benilde se puso furiosa
y le respondió: “Ramón es mi amigo, es como un hijo para mí y no pienso moverme
de aquí ni permitir que le hagas daño”. Lanzó un rayo muy brillante hacia el
cielo y en menos de un minuto apareció un ejército de hadas rodeando al
caballero, apuntándole con las varitas.
Valentón le dijo a
Benilde: “Disculpa, no lo sabía, allá de donde vengo los dragones no son amigos
de nadie”
Benilde liberó el brazo
de Valentón, pero lanzó la espada a varios metros y le preguntó: “¿De dónde
vienes?”. Valentón respondió: “De los profundos bosques del hemisferio Sur,
donde el agua forma hermosas cataratas, los árboles crecen fuertes y la vegetación
no se parece a nada que puedas imaginar”
El hada añadió: “¿A qué
has venido?” y él contestó: “Mi padre me envió a entregar un mensaje a un amigo
suyo que vive cerca de aquí, el Mago Esmeralda”
Benilde sintió mucha
curiosidad por conocer mejor a ese caballero. Era guapo y valiente, su padre
era amigo del Mago más importante que conocía y el lugar del que venía parecía
fascinante, así que le hizo una propuesta: “Después de que entregues el mensaje,
me gustaría ir contigo a conocer el lugar en el que vives ¿me lo enseñarías?”
A Valentón le había caído
bien Benilde, era valiente y muy guapa, así que le dijo que sí. Se despidieron
y él siguió su camino mientras Benilde y el resto de las hadas calmaban a Ramón
y le explicaban que no debía temer más a ese caballero.
Pasaron los días y el
hada Benilde no hacía más que hablar a su madre del caballero que había
conocido, el lugar que iba a conocer… y la reina, al ver el interés de su hija,
le dijo que antes de que se fuera con él quería conocerle.
Una mañana sonó la
alarma. Alguien intentaba entrar en el Bosque Encantado sin permiso, y la
guardia salió disparada, mientras la reina esperaba algo preocupada. Al rato
volvió un hada y le dijo que era un caballero que decía ir a buscar al hada
Benilde.
La reina llamó a su hija
y las dos salieron en dirección a donde estaba el caballero, pero antes de
llegar, la reina dijo: “Quédate detrás de mí que quiero hablar con ese
caballero yo primero”.
Al llegar, la reina se
puso delante de él con actitud imperiosa, y le dijo: “Eres muy osado intentando
entrar en mi bosque sin autorización”.
Valentón respondió: “No
sabía que estaba prohibido entrar aquí. Solo vengo a buscar al hada Benilde”.
La reina replicó: “Qué atrevido
eres diciendo que vienes a buscar a mi hija ¿no te parece que deberías
preguntarle a ella primero si aún está interesada en ir contigo?
El caballero se puso
colorado y respondió: “Disculpe majestad, soy Valentón Osado y…”
La reina le interrumpió:
“Desde luego haces honor a tu nombre, continúa”.
Valentón siguió
hablando: “Me encantaría que su hija, Benilde, me acompañara a conocer a mi
familia y a mis amigos. Benilde ¿te gustaría venir conmigo? Prometo no atacar a
ningún dragón.”.
El hada Benilde sonrió y
dijo: “Claro, pero Ramón se viene con nosotros”.
La reina, sabiendo que
Ramón la defendería, les dio permiso para marcharse con el compromiso de estar
a la vuelta en 15 días. A Benilde le pareció muy bien y Valentón pensó que no
les iba a dar tiempo a llegar, aunque no se atrevió a contradecir a la reina.
Benilde y Valentón
fueron a buscar a Ramón, le explicaron lo que iban a hacer y Benilde le dijo a
Valentón que se subiese con ella a lomos del dragón para hacer el viaje más
rápido. Valentón dudó un par de segundos, pero no era momento de tener miedo y
aceptó la propuesta.
Subidos a lomos de
Ramón, llegaron a las montañas del hemisferio Sur en menos de 6 horas, Valentón
estaba encantado. Andando habrían tardado semanas.
Al llegar a casa de
Valentón les recibieron sus padres, se llamaban Atila y Gilda y eran muy
amables. Valentón también tenía una hermana, pero estaba de viaje.
Benilde tenía mucha
curiosidad por saber de qué conocía al Mago Esmeralda y Atila le dijo que
habían pasado mucho tiempo juntos en su juventud.
Era evidente para el
hada que no quería contarle detalles, pero no parecía que hubiese mala intención,
así que no insistió y cambió de tema.
Pasaron los días y
Benilde estaba feliz, el bosque era maravilloso y pasó mucho tiempo repartiendo
polvo de hadas para dar cariño a plantas y animales. Los dragones que había por
allí tenían mal carácter, pero el polvo de hadas de Benilde les hizo sentirse
mejor y dejaron de atacar a la familia de su amigo, que cada vez le caía mejor.
Valentón estaba
fascinado con el efecto que había provocado la presencia de Benilde en todo lo
que le rodeaba. Ella hacía que todo fuese mejor, y así, poco a poco, se fue
enamorando de ella.
Pasaron los 15 días
acordados con la reina y Benilde debía regresar. Valentón decidió que la
acompañaría hasta su bosque y así podría estar un rato más con ella. A Benilde
le pareció bien.
Se despidieron de los
padres de Valentón y salieron volando a lomos de Ramón. Por el camino Valentón
decidió que debía decirle a Benilde lo que sentía antes de separarse y se puso
a hablar: “Me gustaría quedarme unos días en la Montaña del Dragón, quiero conocer
un poco mejor el sitio donde vives”.
Benilde no se lo
esperaba, pero le encantó la propuesta y le pidió a Ramón que aterrizara en su
montaña en lugar de llegar al bosque encantado, pues ya la estaba sobrevolando.
Tras bajarse de Ramón, se
despidieron y Benilde comenzó a caminar hacia el bosque encantado, pero antes
de alejarse dijo: “Mañana vendré a buscarte para dar una vuelta”.
A la mañana siguiente Valentón
se despertó temprano y se aseó para oler bien. Benilde apareció hacia media
mañana y le dijo que iba a enseñarle un lugar especial.
Comenzaron a caminar
montaña abajo conversando. Continuaron por el camino un buen rato distraídos
por la conversación y sin darse cuenta se metieron en el Bosque Esmeralda.
A los pocos minutos de
entrar se presentó delante de ellos un mago que les dijo: “Alto, hada ¿qué
buscas aquí?”. Benilde se dio cuenta de pronto de dónde se habían metido y
contestó: “Disculpa, estábamos charlando y nos hemos metido aquí sin darnos
cuenta”
El mago no se creyó la
explicación y desenfundó su varita diciendo: “Ningún hada se mete sin darse
cuenta en el Bosque Esmeralda, te daré una lección para que no vuelvas a hacerlo”.
Valentón saltó, interponiéndose
entre Benilde y el mago, desenfundando su espada y dijo con voz amenazante: “Cómo
te atreves a atacar a mi amiga, no dejaré ni un trocito de ti como recuerdo”. Y
se lanzó sobre el mago, al que desarmó y neutralizó en el suelo en menos de un
parpadeo.
En ese momento apareció
el Mago Esmeralda que había notado que algo pasaba en la entrada de su bosque y
al verlos dijo: “Valentón, ¿qué está pasando?”. El caballero respondió: “Estaba
paseando con mi amiga Benilde y nos metimos sin darnos cuenta en tu bosque. Se
lo explicamos a este, pero no nos creyó y quiso atacarla”
El Mago Esmeralda miró a
Benilde y dijo: “la princesa de las Hadas debería ser más prudente y fijarse
por dónde se mete. Dad media vuelta e iros antes de que aparezca otro mago con
el que, posiblemente, no tendréis la misma suerte”. Miró a Valentón y añadió:
“Dale recuerdos a tu padre de mi parte cuando le veas”.
Benilde se puso colorada
y Valentón la agarró de la mano y se la llevó de allí a toda prisa.
Cuando salieron del
bosque Esmeralda se miraron y se echaron a reír, vaya lio se había montado solo
por ir despistados. Benilde estaba impresionada con la forma en que Valentón la
había defendido, era realmente valiente y especial. Se sentía muy a gusto con
él.
Pasaron los días y
Benilde le mostró cada rincón del lugar donde vivía, le presentó duendes,
gnomos, unicornios… y Valentón resultó tener muy buena sintonía con todos ellos
e hizo muchos amigos. A Benilde le encantaba que fuera tan sociable y tuviera
tan buen carácter.
Al cabo de 2 meses llegó
una corneja tornasolada con un mensaje de casa de Valentón, donde le pedían que
regresara.
Cuando el caballero se
lo dijo a Benilde, a ella le dio un vuelco el corazón y se dio cuenta de que no
quería que se fuera, que le gustaba mucho y quería estar con él. Así que le preguntó:
“¿De verdad quieres irte?”. Valentón estaba muy abatido por tener que separarse
de ella y decidió decirle lo que sentía.
Cuando Valentón terminó
de hablar ella se abrazó a él y le pidió que no se fuera hasta que ella no
hablase con su madre. Valentón aceptó sin dudar su petición y se dirigieron al
Bosque Encantado.
Cuando llegaron a la
entrada, la reina les estaba esperando y Benilde corrió a darle un beso. La
reina miró al caballero con severidad y le dijo: “Vete a dormir a la cueva de
Ramón y mañana hablamos. No te muevas de allí”. Al parecer, la reina sabía lo
que pasaba.
Valentón se despidió de
Benilde y se fue hacia la Montaña del Dragón, mientras Benilde entraba en el
bosque con su madre.
Al llegar a casa, la
reina pidió a Benilde que se sentara a tomar un té y comenzó a hablar: “Ya sé
lo que me vas a decir y ya sabes que un hada casada con alguien como Valentón
no puede vivir en este bosque y que la Reina ha de vivir en el bosque. Si te
casas con él no podrás ser reina de las hadas ¿lo has pensado?”.
Benilde lo había pensado
desde hacía tiempo, le gustaba la libertad de viajar de un lugar a otro,
conocer lugares nuevos y nunca había deseado ser reina. Su hermana podría
hacerse cargo si era necesario. Ya había decidido no ser reina cuando nació
Ramón, al menos hasta que fuese mayor; aunque si se casaba con Valentón, sería
irreversible.
Tras un par de minutos contestó:
“Mamá, aún no hemos hablado de casarnos, pero hace mucho que decidí que llegado
el caso de elegir entre casarme con alguien a quien quiero o reinar, elegiré
casarme”.
La reina le acarició la
cara y le dijo que, si estaba segura, tenía su aprobación para seguir adelante,
pero que tuviese en cuenta que, aunque Valentón no era un mago, su padre sí lo
era. Si finalmente se casaba con él, sus hijos podrían ser magos y ya sabía los
problemas que había entre los magos y las hadas.
A la mañana siguiente,
la reina llamó a Valentón y le dijo que su hija quería hablar con él. Benilde
se acercó le dijo: “Tengo que decirte que yo no puedo vivir lejos de un bosque
de hadas mucho tiempo porque soy un hada y me marchitaría, así que podemos ser
novios si te quedas a vivir por aquí; pero puedo acompañarte unos días a ver a
tu familia sin problema”.
Se fueron juntos
montados en el lomo de Ramón, pasaron unos días en casa de los padres de
Valentón y cuando ya no fue necesaria su presencia se volvieron a la Montaña
del Dragón.
Pasaron los meses y finalmente
decidieron casarse. Eligieron para vivir una zona desierta cercana al Bosque
Encantado que estaba al pie de la Montaña del Dragón. Construyeron una casa y tras
la boda se instalaron ahí.
Gracias a Benilde, pronto
empezó todo a florecer. En poco tiempo tenían un precioso jardín, árboles, un
campo de margatinas y todo lo que había entre la casa y la Montaña del Dragón
fue repoblado.
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