Introducción

Hay cuentos de hadas, dragones, caballeros, magos, extraterrestres y personas. Hay cuentos cortos e historias largas...


Habia una pestaña que apuntaba al blog de cuentos de mi hija ahora inactivo.

domingo, 19 de junio de 2016

Susana y la pulsera mágica

Susana tenía 6 años y vivía en una casa grande y bonita, su padre tenía un huerto con todo tipo de frutas y verduras; también tenía gallinas, conejos, vacas y terneros. La mamá de Susana era una gran cocinera y hacía comidas muy ricas.

A Susana le gustaba mucho correr, saltar, trepar a los árboles… tenía un amigo muy divertido que se llamaba Arturo con el que jugaba al futbol y hacía carreras. Como Susana hacía mucho ejercicio y comía mucho, se estaba poniendo grande y fuerte.

Un día por la mañana Susana tenía catarro y tosía un poco,  su mamá le puso el desayuno antes de ir al cole y al comerse una galleta le raspó la garganta, nunca le había pasado antes y le pareció muy raro. Después comió otro trocito de galleta y le volvió a pasar lo mismo y de repente pensó: “Ya no sé tragar, a ver ...voy a probar”; Susana se metió otro trocito de galleta en la boca y se puso a masticar, pero no conseguía tragárselo, ¡se le había olvidado cómo tragar!. Madre mía, ¿qué podía hacer ahora?.

Cuando llegó al colegio se encontró con Arturo y le contó lo que le pasaba:

-“Arturo, ya no sé tragar, no me acuerdo cómo se hacía”

Arturo pensó y pensó….. pero no se le ocurrió nada. Cuando llegó la hora de comer en el cole, había una sopa de puerros, que a Susana le gustaba mucho, y pensó que eso podría tragarlo.... pero como tenía trocitos, no la pudo tragar.

Luego llegó la hora de la merienda y su mamá le había puesto un bocadillo de crema de chocolate que le gustaba muchísimo. Pegó un bocado, masticó y.... no pudo tragárselo, aunque lo había masticado muy bien.

Susana se puso muy triste y cuando llegó la hora de irse a casa se despidió de Arturo y se fue con su mamá.

Arturo estaba muy preocupado por su amiga y le contó a su mamá el problema que tenía. Su madre se acordó de que cuando Arturo tenía tres años y no podía dormir porque le daba miedo la oscuridad, ella estaba muy preocupada y pidió ayuda a las hadas, que regalaron a Arturo  una luz mágica que sólo se encendía por la noche, protegía su habitación y alejaba los malos sueños. 

Arturo pensó que a lo mejor las hadas le regalaban algo a Susana para arreglar su problema y le pidió a su mamá que se lo contara a la mamá de su amiga. Su madre le prometió que la llamaría al día siguiente.

Ese mismo día, cuando llegó la hora de la cena, la mamá de Susana había preparado su comida favorita, pero Susana se puso triste y le dijo que no se la podía comer porque no sabía tragar y se podría atragantar si lo intentaba.

Su mamá se empezó a preocupar, Susana necesitaba comer mucho para poder seguir jugando y creciendo. 

Susana no cenó nada; así que cuando se levantó por la mañana, estaba muy cansada. Se lavo la cara y los dientes y cuando se estaba vistiendo vio una cajita en su mesita que no había visto antes, era muy bonita y olía muy bien, la abrió y dentro había una pulsera y una nota. Como Susana no sabía leer, le llevó la nota a su madre y la nota decía así:

“Esta pulsera es de Susana y cuando se la ponga notará que empieza a recordar cosas que había olvidado, volverá a saber tragar y nunca se podrá atragantar. Firmado: Las hadas de los niños.”

Susana estaba muy sorprendida ¡una pulsera de las hadas!, su mamá estaba tan sorprendida como ella y muy contenta. Se puso la pulsera y probó un sorbito de leche templadita, al tragar solo le raspó un poquito la garganta, así que se bebió el tazón de leche entero y le dijo a su madre que parecía que la pulsera funcionaba, pero aun no sabía tragar del todo.

Al llegar al cole fue corriendo a contarle a Arturo lo que había pasado y él se quedó muy sorprendido porque su mamá no había avisado a la de Susana todavía, pero pensó que seguramente las hadas le habían escuchado cuando se lo contaba a su madre y se puso muy contento de haber podido ayudar a su amiga.

Pasaron varios días en los que Susana solo tomaba leche, caldito… y al quinto día, sin darse cuenta, se comió una barrita de chocolate y no le raspó la garganta. ¡Estaba curada!.


Y así se acaba la historia de Susana y la pulsera mágica.