Introducción

Hay cuentos de hadas, dragones, caballeros, magos, extraterrestres y personas. Hay cuentos cortos e historias largas...


Habia una pestaña que apuntaba al blog de cuentos de mi hija ahora inactivo.

lunes, 19 de febrero de 2018

Las clases de canto

Miguel tenía 8 años y muchas ganas de aprender a cantar desde que su amiga Sofía le había invitado a un recital en su casa y había escuchado a su profesora de música. Era fascinante ver cómo conseguía que su voz hiciera lo que ella quería.

La casa de Sofía estaba en la ciudad y la profesora podía ir fácilmente, pero Miguel vivía en las afueras y estaba seguro de que ella no podría ir a darle clase. Eso le ponía muy triste, así que pensó que debía hacer algo para remediarlo y llegó a la conclusión de que debía alquilar un piso en la ciudad.

Encendió el ordenador, se conectó a internet y se puso a buscar un piso. Valía con uno pequeño pues no iba a vivir ahí, solo necesitaba espacio para cantar.

Al cabo de un rato encontró uno que le gustaba y le dio al botón de selección. Pensó que eso bastaba para alquilarlo, pero lo que salió en pantalla fue un número de teléfono. Tenía que llamar, pero iban a notar que era un niño, así que debía pensar algo para parecer mayor.

Los padres de Miguel tenían que salir de viaje la semana siguiente y habían avisado a su sobrina Laura para que se quedara con él esos días. ¡Qué suerte!, pensó Miguel, su prima podría ayudarle.

El sábado siguiente Laura llegó por la mañana, era una chica muy guapa y simpática, ya tenía 24 años, había acabado la universidad y estaba de vacaciones. Los padres de Miguel le dieron instrucciones de todo, se despidieron y salieron en su coche camino al aeropuerto.

Miguel pensó que no había tiempo que perder, le explico la situación a su prima y le pidió que llamara para alquilar el piso, pero ella le dijo que no podía alquilar un piso sin tener dinero y no merecía la pena llamar si no podía pagarlo. Eso complicaba las cosas, debía buscarse un trabajo.

Salieron en el coche de Laura a comer una hamburguesa a la ciudad y al pasar al lado de su colegio, Miguel vio un cartel en un restaurante que decía "se necesita ayudante de cocina" y pensó que podría trabajar ahí, pues se le daba bien cocinar: ya sabía pelar patatas y hacer tortilla francesa. Le pidió a Laura que le acompañara a pedir ese trabajo, su prima le sonrió, paró el coche y lo acompañó al restaurante.

Al entrar se acercó un señor y les preguntó si querían mesa para comer, Miguel contestó "no gracias, vengo a por el trabajo de ayudante de cocina". El señor primero miró a Laura que asintió con la cabeza y a continuación le dijo a Miguel: "Muy bien, pero tienes que traer tu propio uniforme, cuando tengas el uniforme de cocina ven a verme".

Salieron del restaurante y siguieron camino hasta la hamburguesería. Mientras caminaban Miguel preguntó a Laura dónde podía conseguir un uniforme de cocinero y ella le dijo que el lunes después del colegio podría acompañarlo a una tienda para eso.

El lunes, cuando Laura lo recogió, se cogieron de la mano y se fueron andando a una tienda muy grande que estaba al lado del ayuntamiento. Había de todo: telas, hilos, botones, cintas… Miguel no veía uniformes por ningún lado, pero al fondo había unas perchas llenas de ropa y Laura iba directamente para allí.
Al llegar se dirigieron a una dependiente y Miguel preguntó: "¿Tienen un uniforme de ayudante de cocina para mí?". La dependienta respondió: "Son todos muy grandes, pero podemos hacerte uno a medida, o puedes llevarte la tela y hacerlo en casa" como Miguel no sabía coser le dijo: "mejor me hacéis uno a medida", Laura añadió: "¿Cuánto cuesta? Y la dependienta dijo "180 euros".

Miguel no había caído en que tendría que pagar el traje y para conseguir 180 euros necesitaba un trabajo, empezó a pensar en cómo era posible que la gente tuviese trabajo si para tener la ropa de trabajo antes había que trabajar.

Contestó que se lo tenía que pensar y se dieron la vuelta en dirección a la salida. Cuando estaban llegando a la puerta, Miguel dijo: "Podríamos usar alguna tela de mamá para hacer el uniforme", su prima le contestó que sí, pero que antes debían pedirle permiso.

Al llegar a casa, Miguel cogió el teléfono y llamó a su madre para pedirle una tela y ella le contestó que hablarían del tema cuando volviese a casa.

Eso complicaba las cosas porque él no quería esperar, así que le dijo a Laura que debían buscar un trabajo en el que no hiciese falta uniforme, pero no se les ocurrió ninguno, en todos hacía falta ropa especial.

No tenía ropa, no tenía tela, no tenía dinero… que tristeza más grande sintió al pensar que no podría tener una profesora de canto.

Así pasaron los días hasta que sus padres regresaron de viaje.

Al llegar, preguntaron cómo les había ido. Laura comenzó a contarles lo que habían hecho; pero Miguel no quería perder tiempo y les dijo que necesitaba tela para hacerse un uniforme de ayudante de cocina.

Su madre le preguntó por qué quería ser ayudante de cocina y él le contestó que debía alquilar un piso en la ciudad para poder dar clases de canto.

Cuando lo escucharon sus padres se miraron, sonrieron y le dijeron que tenía que habérselo dicho. Llamaron a la profesora de canto para preguntarle si podía enseñar a Miguel y resultó que vivía muy cerca. ¡Podía ir andando a darle clase!.